viernes, 28 de mayo de 2010

Judías Pintas al vino (o aquí se come lo que yo mando)





Adoro las judías pintas, es una de mis legumbres favoritas, y no miento si digo que aún así, no las he comido más de diez veces, no más, en mi vida. En mi casa no las soportaban, así que nunca se ponían, así que sólo las comía cuando iba a casa de una tía mía, que vivía lejos, la verdad, por lo que tampoco era muy frecuente comer ese plato durante mis estancias allí. De pequeña las habré comido dos veces, siempre en casa de esta tía. Y de mayor, tampoco las había puesto mucho en casa por la falta de costumbre de no comerlas, y de no cocinarlas.

Ya sé que la foto es escasita...no es por dieta, no, que debería ser por otro lado. Pero todo a su debido tiempo.

La primera vez que las hice hube de buscar receta, puesto que mi cocinera de cabecera (mi madre) no las usa. Así que encontré una receta de ellas al vino tinto que no recuerdo, pero que hago instintivamente (con tinto, o con blanco, lo que haya) así que os cuento como las hago:

Se pueden hacer con verdurita muy picada (cebolla, zanahoria, ajo, pimiento) y rehogada, añadir pelín pimentón (de la Vera mejor) y chorrete de vino y que cueza un poco para que se le vaya el alcohol. Añadir las judías, cubrir con agua, añadir una hoja de laurel y dejar cocer hasta que estén blanditas. En olla express ligan para mi gusto mejor, y se cuecen antes, claro. La legumbre se sala siempre al final, para que no se encalle.

También se pueden hacer de chicha, claro ¡y como salen! Se rehoga cebollita y ajo picado, junto con un apaño asturiano (chorizo, morcilla y trozo de tocino que venden en un pack preparadito). Añado un poco de pimentón, no tanto porque el chorizo ya tiñe, y el vino. Cuando se ha evaporado un poco, añadir las judías, y cubrir de agua como explicaba antes.

La primera vez que las hice utilicé los restos de un rioja que nos había sobrado: la diferencia es abismal comparado con un blanco cutre de cocinar corriente que he utilizado después. Así que ya sabéis, si podéis usar vino bueno porque esté abierto, no lo dudéis.

¿Y por qué la foto tan escueta? La foto es una judía pinta. Una pequeñísima e insignificante judía pinta.

Pero si esa judía pinta tuviera corazón, aún siendo algo más pequeña...ya no sería tan insignificante. Significaría que está viva, y que al fin, la vida se abre paso...de nuevo.


Esta es la segunda foto del que si dios quiere, será mi segundo hijo. La primera, hace dos semanas, sólo dejo ver una bolita de 3,4 mm que aún no prometía nada.

Pero en esta, ya sí, la vida, aún tan pequeño es evidente. Son 9 mm.
La judía mide 11, pero no encontré nada más pequeño.

Hoy hemos tenido como regalo escuchar su minúsculo corazón latir como un potro desbocado. También he llorado...pero de alegría

jueves, 6 de mayo de 2010

Croquetas de algo (o intentarlo hasta morir)



Este post está dedicado a Valdomicer, que me lleva pidiendo la receta mucho tiempo, a La de la Tiza, que también hace algunos post me pidió una de croquetas de roquefort, y como no, a mi madre, mi cocinera de cabecera, gracias a la cual me salen tan buenas y en su densidad justa.


Recuerdo mis primeras croquetas, fueron de atún en la casa donde cuidaba de dos niños mientras estudiaba. En vez de ponerle atún en aceite, se lo puse en escabeche: eso no eran croquetas, eran minibombas nucleares que de sabor eran deliciosas, pero que explotaban en el estómago su exceso en vinagre hasta hacer que cada palabra, fuera una llamarada de dragón del ardor de estómago que se nos quedó a todos.

De todo se aprende, las croquetas de atún, con poquito o nulo escabeche, mejor natural o en aceite.

Hacer la masa de las croquetas es bastante complicadillo, aunque no siguiendo dos máximas que me dió mi madre: unas medidas con las que desde entonces juego con la bechamel para todo, y un tiempo y unas características especiales que te hacen saber que ya no hace falta que la bechamel cueza más ¡ni menos!

¿Cual es la base de las croquetas? Una buena bechamel, eso lo sabe cualquiera, pero ha de ser en el punto justo de densidad de modo que no se desparramen por la sartén luego, o que queden tan espesotas que parezcan hechas para el enemigo...


El interior o protagonista de la croqueta en sí también influirá, aunque ligeramente, en esa densidad, por lo que hay que tenerlo en cuenta. No es lo mismo las croquetas de cocido (sí, he dicho cocido) que croquetas de roquefort: las primeras serán de relleno denso y las segundas, en la práctica el queso se transformará en líquido.

Sin más preámbulos comienzo con los 2 ó 3 trucos y medidas básicas para hacer unas buenas croquetas.

La medida base, sobre la que se añadirán modificaciones dependiendo para qué queramos la bechamel, será la siguiente:

-Tres cucharadas de madera tamaño estandar colmadas (con cucurucho hacia arriba) por cada LITRO de leche. Con tamaño estandar me refiero a la cuchara de madera típica para cocinar, que es como dos veces una sopera, pero sin llegar al cucharón de servir. Para muestra, unas fotillos

Aquí los tres tamaños a los que me refiero, para que se vea la comparación:




Y aquí como hay que "copar" la cuchara de madera de harina. Con más pico si se puede:




Bueno, pues esa es la medida, lo más importante para conseguir la densidad ideal de las croquetas. En cualquier caso, casi siempre será mejor pasarse de harina, que quedarse corto pues nos quedarán líquidas y no habrá nada que hacer con ellas.

Repito:
-3 cucharadas de madera copadas de harina para 1 litro de leche (para 2 litros, 6 cucharadas, y así sucesivamente) Bajo ninguna circunstancia añadir más leche o agua de la medida
-Un trozo de mantequilla, al gusto (a mí me gusta pura, no margarina) más o menos lo que arrancamos con una cucharada sopera
-Sal
-El protagonista de las croquetas.

Mi madre dice que los maestros añaden al protagonista desde el principio, aunque los novatos pueden añadirlo al final para hacerse primero con la masa. Hoy pondré 4 protagonistas:

-Croquetas de cocido: para ello utilizaremos los restos después del cocido, no es necesario mucho puesto que con hacer un plato de picadillo será suficiente. Va en gustos la proporción, lo ideal es que lleve un poco de pollito o gallina, un poco de carne de morcillo,un poquito de jamón, muy poco chorizo para que no sobresalga demasiado, menos morcilla y 10 ó 12 garbanzos machacados. Todo lo demás bien bien picadito. Para mí es importante esta proporción: más cantidad de lo que más suave sabor tiene, y menos cantidad de los más resultones para que pueda darse el equilibrio.

-Croquetas de Roquefort: Podemos hacerlas o bien de Roquefort auténtico, o de queso azul. Ni que decir tiene que el Roquefort auténtico es otra cosa y por una vez, bien lo merece. Para la medida del litro de leche necesitaremos una cuña de 100 gr. (la marca Sociètè las vende en ese tamaño, y son muy buenas)

-Croquetas de Atún: Se pueden hacer de atún fresco, pero personalmente prefiero las de lata. Para 1 litro de leche, 3 latas de atún al natural o en aceite, y una en escabeche ¡sólo una y bien escurrida! para que le dé el puntillo, pero sin que nos destroce el estómago con el vinagre.

-Croquetas de jamón: Jamón picadito, en taquitillos al gusto y en la cantidad en la que uno quiera llamarlas "croquetas de jamón jamón" o croquetas con "aroma de jamón"

Como decía antes, para expertos, empezar con todos los ingredientes excepto en el caso del roquefort que siempre va casi al final.

Trucos a tener en cuenta:

-Para mí es importante tener la leche ya caliente en una jarra al lado cuando empiezo a cocinar. También se puede hacer con la leche fría, no pasa nada.
-La bechamel o croquetas son muy celosas: quieren que estés con ellas todo el rato, no se la puede dejar de mover y de mimar hasta el final.
-La bechamel siempre siempre tiene que hervir, y sin dejar de remover, claro. ¿En qué momento se retira? Cuando después de un rato hirviendo, que es lo que hace que se cocine la harina, y no sepa a harinaza, la masa, ya sea líquida para una lasaña, o espesa para unas croquetas, se despega de las paredes y del suelo de la cazuela al pasar la cuchara haciendo un ruido característico: fissssssssssssssssssssssss.
-Para las croquetas la proporción leche/harina no admite negociación: menos harina, o tener la tentación de añadir leche, nos las puede arruinar y convertirlas en sopita.

Entonces:

Ponemos a calentar en una cazuela el trozo de mantequilla y mientras se derrite añadimos la harina (a fuego bajito) y mezclamos bien de forma que haga pelotillas doradas que intentaremos que queden más pequeñas dándoles vueltas (dicen que al contrario de las manecillas del reloj)Excepto en el caso del roquefort, añadir ahora el protagonista (el jamón, o el cocido, o el atún) de forma que quede envuelto por la harina y la mantequilla.

Añadir un poco de leche y ligar dando vueltas, seguir añadiendo leche sin dejar de mover y ligar, añadirla toda y seguir moviendo y lo ponemos a fuego medio. Nunca dejar de mover, que se pega muy rápido.

Seguir removiendo hacia todas partes, y de diferentes maneras, despegando de las paredes, en círculos...Probar de sal sin quemarse y corregir si es necesario

Como decía antes, ha de hervir, y aún después de eso seguir moviendo e hirviendo durante por lo menos 5 minutos. Este tiempo puede ser variable, sabremos que tenemos que ya perdió el sabor a harina cruda cuando tras hervir, haga el ruido que dije antes y se despegue de la cazuela al pasar la cuchara.

Extender la masa en una fuente y esperar a que se enfríe, espesándose por sí misma un poco más. Suele hacer una capa dura y seca encima, la romperemos con una cuchara y mezclaremos bien con el resto de la masa.

Envolverlas en huevo batido y pan rallado y freirlas en aceite de oliva muy caliente.

A mi madre, con todo mi amor, y a Valdomicer ¡si no te salen siguiendo esta medida, te voy a tener que mandar la harina medida en una bolsa!
Dicen que no hay croquetas como las de la madre de uno o una...en mi caso es cierto. Y yo lo llevo crudo...¡a mi hija no le gustan!

lunes, 3 de mayo de 2010

El amor por el jamón II (o el triunfo del Amor y de la Amistad)

"Soy una niña con buena estrella, porque nací en domingo, y los niños que nacen en domingo, tienen mucha suerte, o eso he oido decir"
Nacida en Domingo-Gudrun Mebs-






Cuando éramos pequeñas, este libro era el favorito de mi hermana y mío. Su protagonista, huérfana, anodina y soñadora empieza a salir los fines de semana con su futura madre adoptiva, aunque aún no sabe que lo es. Nunca dijo su nombre, la niña sin nombre era feliz no por tener unos padres adoptivos riquísimos y guapísimos, sino una madre de acogida tan rara como ella y que la amaba tal cual era.

Hoy es el día de las madres, el día de la mía...y mío también, pues hace ya 6 años que lo soy. No quiero más a mi madre, porque ya la adoro y la quería muchísimo, pero ahora sí que es mi heroína y la valoro mucho más.

Soy una suertuda, porque disfruté de mi madre igual que la niña del cuento, siendo adoptiva también fue amada. Soy una suertuda vaya usted a saber si fue porque yo también nací en domingo.

Mi niña, tal y como dije en el post anterior, también lo fue. Nació en domingo, día de elecciones generales. Fue el día en que 8 horas, pese al dolor, no fueron nada. Tenía miedo de que me hicieran una cesárea, de que me durmieran entera, de que no hubiera nadie de su familia (su padre o yo) para recogerla nada más nacer. Le exigí a su padre que se empecinaría y se pelearía con quien fuera para estar con ella todo el tiempo en el caso de que a mi me durmieran o lo que fuera. Pero era domingo, y las dos, nacidas en domingo, tuvimos suerte y pudimos saludarnos nada más aterrizar en este mundo. Cuando fue el momento y nos llevaron al paritorio, me sorprendió el ventanal tan enorme, que cruzaba de lado a lado la estancia, por donde entraba la luz del sol absolutamete radiante. Cualquier fenómeno meteorológico habría valido para conocer a mi hija, pero me alegré de que el mismo sol viniera a recibirla en esos últimos días de invierno. Tuvimos suerte, será que ambas nacimos en domingo.

Seguimos teniendo suerte porque el cordón pudo haberse enrollado más todavía, o no haber terminado de colocarse con los empujones que tuve que dar una hora atrás, casi a punto de cesárea. De nuevo el paritorio me sorprendió pues cuando quise dar el tercer pujo no me dejaron...mi hija, mi hija, estaba en manos de la matrona. Y era niña, no cabía duda, y como la mayoría de las mujeres me la puse sobre mí para darla la bienvenida y olerla, porque era mía, y aunque de mayor quisiera volar como es ley de vida, su primer olor sería para siempre mío. El olor de ella, y de mí, en ese momento no se me olvidará jamás. Sé que no cuento nada nuevo, esto afortunadamente pasa cada día cientos de veces. Era una mamá, y mi santo era un papá; y esa cosita, tan arrugadita dependía toda de nosotros y una y uno entonces sabe que su vida ha cambiado para siempre y que al menos para mí, todo lo anterior era mentira porque cada día después de aquello era un redescubrir el mundo tan cansado como emocionante.

Llegó a nuestros brazos a las 11.23 de la mañana, una hora estupenda. Tuvimos que madrugar un pelín para recibirla, pero la hora fue genial, porque sólo me perdí el desayuno. Tras eso pasamos sus primeras dos horas en el mundo solitas recuperándome de la epidural (eso es otra historia) Esas dos horas volaron transformadas en apenas unos minutos: la conversación más intensa de nuestra vida juntas.

La familia estaba ya esperando a vernos salir de la recuperación: eran las 14.00 horas cuando nos subieron a la habitación, donde mi estómago rugió cual león de la Metro. Pregunté si ya podía comer (todas lo hacen) y la enfermera me dijo que ya habían pasado con la comida. No me importó en absoluto, y eufórica le rogué, en voz alta a mi santo y delante de la enfermera:

-Estupendo, genial, mucho mejor así. Bajaté al bar por favor y me subes el bocadillo de jamón serrano más grande que haya. O dos si son medianos.

La cara de la enfermera era un poema, porque lejos de importarme que me fueran a matar de hambre, me alegraba incluso. No tendría que valorar si mi primera comida como madre sería bazofia hospitalaria, o no. Es más, iba a comer como una reina mi manjar más preciado (junto a los huevos fritos) y no saboreado en 9 largos, largos meses.

Mi santo, presto, iba a echar a correr a por el jamón (ni se dio cuenta que, técnicamente, ya no era antojo) cuando la enfermera cerró al fin la boca vista nuestra determinación, y me dijo que no, que no, aguanta un momento que ahora vuelvo.
Yo creo que me trajo su comida. Tardó 3,3 segundos en traerme la bandeja de hospital con una deliciosa paella (era domingo). A lo mejor no era deliciosa, es que yo estaba muertecita de hambre después de tanto trabajo. Y estaba fría.
Pero los refuerzos empezaron a llegar. Poco a poco fueron apareciendo nuestros amigos. Mi mejor amiga había parado en una gasolinera (era domingo) a comprarme un sobre de jamón serrano junto a la orquídea que me regalaron. Muy muy apropiado. Y esto no es ironía.

Otra de mis mejores amigas, y compañera de trabajo tampoco dejó de pasar por un bar a comprarme un bocata de jamón que traía primorosamente envuelto por el dueño del bar, y que metió de estrangis en el hospital.

Y es que mis amigos, sí sabían sin que nadie les dijera. El otro día me reía muchísimo con uno de estos programas, tipo Mi cámara y Yo (tal vez lo fuera). Una tienda de regalos curiosos, en los lotes a recién paridas incluían en muchos casos el jamón, cosa que extrañó mucho al cámara hasta que le explicaron el porqué.
A mí, la verdad, se me había olvidado ya que era el primer domingo de elecciones desde mi mayoría de edad que me quedaba sin votar. Pero en este día tan grande de amor, porque fue el día hasta el momento más grande de mi vida, dos de mis mejores amigas, sin conocerse, y al traerme sus respectivos ajamonamientos al hospital, no dejaron de recordarme el día que era, y lo importante que era para mí votar. Y ambas, en diferentes momentos, porque ya digo que no se conocían; me dijeron de viva voz su otro regalo:

-Y que sepas que he ido a votar por ti, que sabía que no ibas a poder. Que ya sabes que yo no voto, pero he votado lo que tú hubieras hecho.

¿Es o no es amistad? A falta de uno, fueron dos, por mí, por mi hija.

A mi santo, dado que no le iban a dejar quedarse a dormir (sanidad pública, y habitaciones compartidas) le facturé a nuestro colegio electoral antes de que cerraran la mesa.

Y allá que llegó el hombre, conduciendo 40 kilómetros después de apurar al máximo los últimos minutos del primer día con nuestra niña; para llegar y poner su voto.

Y llegó el último cuando faltaban apenas un par de minutos para que cerraran las mesas, y fue recibido con chufla e interrogatorio:

-¿Aún puedo votar?-preguntó

-Anda, chaval ¿Es que no has tenido nada mejor que hacer en todo el día?

Y él, jadeante, recolorado, orgulloso y aún emocionado (esto me lo estoy imaginando, pero sí llegó con la lengua fuera) dijo:

-Es que hoy…hoy he sido padre

¡Todos le aplaudieron!

Y es que había empezado de nuevo, una gran gran historia de amor…